lunes, 8 de abril de 2013

DESPUÉS DEL ATARDECER: RELATO I

LA MELODÍA DE HAMELÍN


                                          
                                           Ellos le robaron su música, él les robará su alma


Las innumerables ratas  roían la carne podrida de los hombres y mujeres que yacían a orillas del río Weser, el hedor era insoportable y las enfermedades se transmitían como los rumores deliciosos
El terror por esta plaga se extendía hasta que un día una sombra emergió de la oscuridad de la cueva en la que los niños no podían pasar. Esa sombra  prometió librar de la gran plaga, a cambio solo pedía una sola cosa, el beso de una niña de doce años. Los aldeanos aceptaron tal propuesta, y así fue cómo el hombre de las sombras mediante una melodía  que se escuchó por todo el pueblo, producida por su flauta de madera ahogó a  las ratas en el río  por culpa del embrujo de su música

La alegría volvió al pueblo, las sombra fue a buscar su recompensa, a su dulce niña, su dulce beso. Pero los aldeanos se opusieron a ello, el padre de la virgen  golpeó a la sombra hasta hacerla caer al río, donde la gente se burló de ella.Salió corriendo, sujetando lo que mas amaba, su instrumento, hasta esconderse en la cueva.
Esa misma noche la hija del verdugo que le empujó, desapareció.

Los aldeanos fueron al lugar donde emergió la sombra, con antorchas para quemar su cuerpo, acusándola de la desaparición de la joven. Y así fue, no sin antes romperle su flauta en tres trozos, a continuación rociaron  de alcohol de la vieja bodega a la criatura y seguidamente lanzaron una antorcha cuyas llamas danzaban una melodía lenta .La sombra iba carbonizándose  poco a poco, el fuego hizo su trabajo, quemando su piel, sus pelo, su alma. Él , antes de dar su ultimo suspiro, entre gritos de agonía, juró venganza en el fondo de su canción interior. Finalmente su piel se entremezclo con el duro hueso mientras su sangre hervía como el agua del infierno, un olor azufre se desplegó por todo el pueblo.

Al día siguiente la joven apareció, se excusó diciendo que solo quería dar una vuelta por las afueras del pueblo, para ver las estrellas, pero se perdió en el bosque, los aldeanos habían matado a un pobre inocente, pero no sentían remordimientos.  No había ratas, no había muerte eso era lo único que importaba

Pasaron tres inviernos y al llegar el cuarto la gente del pueblo se preparaba para otro  que venía con fuerza, no habían visto más ratas desde aquél día, hasta el momento en el que encontraron a la antiguamente dulce niña ahora ya con cuerpo  de adulta,  muerta, clavada  en una estaca en la orilla del río con las tripas y demás vísceras fuera, dejando una mancha de color carmín en  el suelo, donde se agrupaban un montón de ratas dándose el gran festín de sus vidas, masticando y tragando el interior de lo que antes era un ángel del cielo, convertida ahora en un mero cadáver putrefacto.
El padre enloqueció al ver a su hija clavada en aquella estaca , empezó a besar las mejillas de su hija entre lagrimas, no producía palabras, solo balbuceaba. Cuando bajó al cuello con sus besos, pudo observar una clave de Sol dibujada en la garganta de la difunta, el hombre produjo un sonido sordo, cayó de rodillas y se llevó las manos a la cara ocultando sus lagrimas   Más tarde se quitó la vida en la horca donde él ya había matado a otras tantas personas, el verdugo de un pueblo se suicidó. Una triste ironía, para una triste historia.

El terror volvía  al pueblo bajo el sonido de una melodía que resultó familiar a todos.
Un día gris se proclamaba y las ratas empezaron a venir, esta vez más que nunca, las enfermedades reaparecieron, provocando la muerta a los habitantes, todos los días sonaba al alba la misma melodía y con ella más ratas aparecían alimentándose de los restos  como antaño hacían.


Llegó un día en que el frío era insoportable y las ratas entraron en las casas provocando un gran terror a todos, se comían los pocos alimentos que habían recolectado antes de la  llegada del frío por lo que el hambre también apareció, acompañada de una terrible  pandemia que  en ese Invierno mató a  la mitad  de los habitantes, incluido niños y niñas  los cuales no habían ni pasado el primer acto de su obra.
A la llegada de la primavera otra sombra apareció nuevamente de la cueva, prometió librar de las ratas a cambio de un solo favor, el beso de una niña de doce años.

Los habitantes no podían arriesgarse a que pasase lo de la ultima vez, por lo que ofrecieron a la niña de antes, la sombra se acercó a la niña y le ofreció un beso frió seguido de un susurro en su oreja que decía
Sígueme, canta  siguiéndome.
La sombra hizo sonar su flauta e hipnotizó a las ratas ahogándolas en el río, los aldeanos estaban nuevamente felices, pagaron al ser y las ratas ya no existían no habría más inviernos malos, ni más ratas, ni más muertes.
Cuando fueron todos a darles las gracias, el hombre permanecía en una roca sentado  al lado de su cueva y empezó a hacer sonar su música, la canción se oyó por todo el pueblo.

-No hay más ratas, deje de hacer sonar su música- Dijo la aldeana.
-No estoy llamando a las ratas- Respondió con reproche, seguidamente  cogió aire para acelerar su canción.

El sonido se escuchaba más alto y a este sonido esta vez no le acompañaban las ratas, sino los hijos de los aldeanos. Todos ellos quedaron hipnotizados ante la bella melodía, dirigiéndose al río, los padres no pudieron hacer nada, intentaron hacerles entrar en razón, pero nada surgía efecto, nada.

Metidos en el río, metieron sus cabezas en el agua, ahogando sus pequeños pulmones, algunos se daban con las piedras del río abriéndose la cabeza tiñendo con su sangre el Weser. No podían parar ante los gritos de desesperación de sus padres, se empezaron derrumbar ante la incapacidad de no poder hacer nada, arrancándose los pelos, llorando de la ira, sufriendo mientras veían a sus hijos matarse, mientras la melodía sonaba con toda la fuerza del mundo, una melodía dulce para una orgía de sangre, un contraste musical.

Todos se dirigieron a la sombra, insinuando que su vida iba a acabar en sus manos, la sombra dejó de tocar.
y solamente dijo una frase.
Los niños con los niños, las ratas con las ratas, ofreció una sonrisa con la que mostraba sus afilados dientes al pueblo.

Miles de ratas salieron de la cueva, invadiendo el pueblo, los aldeanos cogieron a la figura y le arrebataron la flauta, le dieron miles del golpes y  apuñaladas pero ella seguía sonriendo, mirando su mayor obra musical, su concierto de Brandenburgo personal

-He perdido mi música, pero vosotros habéis perdido algo más preciado, vuestros hijos, vuestra mayor lira.
El pueblo no volvió a sonreír nunca más, inundado de ratas  y sin niños que hicieran reír, intentaron tener más hijos, pero no podían, el pueblo estaba condenado, desde entonces la música no volvió a sonar así como no volvió a sonar las risas inocentes que antes llenaban el lugar. Ahora yacían en el río para siempre.


Carlos S.

No hay comentarios:

Publicar un comentario