miércoles, 31 de julio de 2013

DESPUÉS DEL ATARDECER. RELATO II



Aquella mujer de ojos verdes


                                       La venganza y el amor siempre comparten camino
                                                    







Julia observaba en el espejo de su dormitorio sus ojos verdes que pasaban desapercibidos  por culpa del morado que los rodeaba. Cada vez que los cerraba no podía evitar poner una mueca de dolor y apretar los dientes con fuerza, pero más doloroso era verse a ella misma en frente de aquel espejo.

Se pasaba sus frágiles manos de ama de casa de treinta y pocos años por sus torso desnudo, acariciando sus  heridas que se esparcían por su bella figura. Rozaba con su anillo de prisionera sus pechos hinchados tras las paliza que la noche anterior había recibido, rozaba cada pinchazo y cada mordisco que recibió por culpa de una mala contestación dada.No podía evitar que unas lagrimas brotasen de sus dos ojos a los que antes el amor de su vida llamaba esmeraldas y llegasen a sus labios ahora destrozados por esa misma persona en lo cuales aún había trozos de sangre seca que ocultaban el brillo que daban.
Su voz sonaba ronca y gastada,como aquella canción que de pequeña escuchaba en la radio, aquella que decía It´s a heartche. 
No le decía nada al espejo, seguía mirándose fijamente, como si le estuviese echando una batalla de miradas. Se llevó las manos, esta vez a la cara, paseando con sus dedos cada peca que tenía en sus sonrojadas mejillas hasta llegar a la quemadura que tenía en una de ellas. No pudo contener aquellas lagrimas tras verse como una triste muñeca de trapo y explotó de una manera violenta, se tapó la boca para no producir ningún sonido, apoyó su cabeza en el espejo haciendo que sus cabellos rojizos tapasen su cara. Entonces cerró los ojos, le seguían doliendo pero le daba igual, apretaba los ojos, quería escapar de ese mundo,quería cerrar los ojos para siempre. Pero pensaba que esta noche debía de acabar todo,decía en una voz en forma de susurro que esta noche no iba a aguantar nada más, esta noche sería la ultima noche juraba aquella mujer de ojos verdes. Julia se tumbó en la cama y cerró los ojos.



Son las nueve de la noche y un olor a quemado se propaga por la cocina

-No, joder, no. He quemado otra vez la jodida cena, maldita sea Julia, maldita sea- Decía la voz ronca.
Julia intentó solucionar ese desastre pero a la lejanía de su chalet sonó el sonido de un motor viejo de un Ford Fiesta que llegaba hasta la plaza de aparcamiento del dulce hogar.

-Mierda-Soltó Julia-Mierda, mierda, mierda.

Las luces del coche se apagaron y pocos segundos después se escuchó el sonido de un manojo de llaves calleándose al suelo, produciendo un sonido sordo.
Aquella mujer de ojos verdes solo deseaba que aquel hombre el cual seguramente estuviese borracho, hubiese tenido un buen día en el trabajo.

-Por favor hoy no, dios, por favor, te lo suplico-Nuevamente las lagrimas se precipitaron desde los ojos verdes.

Se abrió la chirriante puerta y el corazón de Julia se paró.
-Cariño.. ya estoy en casa-Sonaba una voz gangosa y ruda, aspera, no como la cantante de la canción que escuchaba Julia, sino como una de esas voces de estrella de rock drogadictas.
El pulso se le reanimó, apretaba los puños y notaba su respiración entrecortada.

-Cariño, ya estoy en casa- Aquel mastodonte empezó a respirar fuertemente y a oler  "Sniff" "Sniff"
-¿Que cojones es ese puto olor, cacho puta? ¿Otra vez has quemado la jodida cena? Puta, asquerosa puta- Las palabras que soltaba por su boca apenas se entendían  debido a los litros de cerveza y J&B que debían de danzar por su estómago.
-Lo.. lo siento cielo, e..estaba distraída y .. y .. juro que nunca más pasará, lo jur...
Un fuerte golpe sacudió la cabeza de Julia.
-Me importa una puta mierda tu vida, jodida zorra- Cada palabra iba apuñalando el corazón de la joven de ojos verdes.
-Perdón no volverá a ocurrir, lo prometo.
-¿Perdón? ¿Pides perdón?
Julia notó otra sacudida, esta vez más fuerte en su cabeza
-Mira, hija de puta- El hombre agarró el cuello de la mujer con una mano mientras que con la otra empezó a pasar sus dedos por el cabello rojo que tenía- ¿Cómo te crees que me siento, Julia? Llego de trabajar, con la única ilusión de ver a mi guapa y dulce esposa y..¿Qué me encuentro? La cena quemada y a una vieja y fea zorra con marcas en su cara ¿Te crees que eso me gusta, Julia, en serio..?- La bestia puso su otra mano en el cuello.
-Mírate cielo, das pena, llena de , arañazos, manchas, arrugas ¿De verdad te crees que me gusta verte así? Llego cansado de trabajar y te veo así..¿Por qué no te cuidas mejor? ¿Al caso no me quieres? Oh pequeña abejita mía.

El marido de Julia, aquel mastodonte de casi dos metros de largo y unos posibles cien kilos agrupados en aquella  barriga cervecera de camionero que hacía juego con su atuendo brindó una sonrisa burlona a Julia mientras la besaba la comisura de los labios.
-Lo siento abejita, me he portado un poco mal. Últimamente tengo mucho trabajo en la oficina y si encima me cabreas pues raciono mal ¿Qué te parece si vamos un momento a la cama y arreglamos todo esto?- Decía la voz de aquel hombre al oído de la apresada mientras iba bajando su peluda y gran mano por las finas braguitas de terciopelo rosa que llevaba la joven Julia.
-Dime, abejita...¿Qué me dices?- La sonrisa burlona apareció de nuevo.


Julia sabía que todo esto debía de acabar, debía terminar. Observó el martillo de la carne  en la encimera de la cocina, a escasos centímetros de donde se encontraba. Se lanzó sobre la encimera con un gesto brusco pero la figura a la cual llamaba esposo, se abalanzó también sobre ella de una forma aún más bruta.
-¿Qué cojones te pasa puta de mierda? ¿Quieres que te mate maldita perra? Juro que te mato, besa a tu marido, zorra. Julia sintió la lengua danzante por toda su boca, Julia sintió el sabor a cigarrillos y a alcohol en su garganta. Aquella mujer de ojos verdes sintió la necesidad de acabar hoy con todo esto.

A ciegas, agarró el martillo de la carne y sin ningún remordimiento, golpeó con el instrumento de cocina la cabeza del gigante, pero no le tiró, el marido quedo un poco mareado y vaciló un poco antes de caer.
Julia tuvo que dar dos fuertes golpes más para hacer que perdiese el conocimiento y finalmente la gran mole cayese al frió suelo de la cocina.

Son las nueve y cuarto de la noche y un olor a venganza se propaga por la cocina.

Ató a la silla del salón principal al inconsciente, le desnudo y tapó la boca con cinta americana.
-Hoy va a cambiar todo, juraba la voz ronca.
Tiró un jarro de agua fría a la cara del atado, este aturdido  empezó a despertarse y a gritar, pero la cinta americana acolchaba sus sonidos histéricos.

-Hola, abejita- Sonrió Julia-veo que tu amigo el aguijón hoy  no se alegra de verme.
El marido siguió gritando, Julía sabía que la estaría insultando o quizás rogando clemencia, pero hacía caso omiso de lo que escuchaba.
-Mira abejita, ¿te acuerdas de las tijeras de podar que nos regalaron tus padres? Las tenías guardadas en el cobertizo y me dije a mi misma. Julia ¿Por qué no las coges y piensas que puedes hacer con ellas?-Una risa forzada salió del alma de la mujer-¿Qué te pasa abejita? ¿Has tenido un día duro en el trabajo?
Julia se acercó más a su marido, apoyó su rodilla en la entrepierna y empezó a hundirla suavemente mientras rozaba con sus labios, la barba del condenado.
-¿Quién es ahora la putita?.
Colocó la hoja de las tijeras sobre el "Aguijón" de la abejita atada.
-Hoy va a acabar todo, puta zorra-ladró Julia-hoy tu puta polla se irá a la mierda, maldito perro.
La respiración del marido era atronadora, esta vez sabía que no la insultaba, rogaba que le dejase en paz.
-Me has estado jodiendo la vida, golpeándome, insultándome, ¡humillándome!  ahora que te jodan a ti maldito perro,  que te jodan bien jodido.Te odio, te odio hijo de puta. TE ODIO.
Julia guillotinó el aguijón de la abejita.


Son las diez y diez y un sonido chirriante se propaga por todo el salón acompañado de un torrente de sangre que emana de la entrepierna de una abejita.


Julia sonreía al ver a su marido sufrir la agonía de la castración y ver como la silla en la que estaba atado se llenaba  de sangre que salía disparada, machando la alfombra color turquesa.
-He estado ocho jodidos años aguantando tu mierda- Julia destapó la boca de su marido, quitando con fuerza la cinta americana. El chillido ahora sonaba con toda su fuerza, pero poco a poco se iba apagando.
-Espero que te lo pases muy bien esposo mio- Julia sacó un cuchillo que guardaba en el delantal que llevaba puesto y se lo clavó con toda la fuerza reprimida que llevaba en su cuello.  Besó la comisura de sus labios y observó sus ojos inyectados en sangre
-Todo ha acabado, abejita.
Todo había acabado






Son las nueve de la noche y algo extraño ha pasado.




Julia abrió sus ojos verdes y se percató de que todo fue un sueño, no había olor a quemado, ni sangre en la alfombra turquesa y ni siquiera su marido  había llegado. Ella estaba tumbada en la cama de su habitación.
Ese sueño era revelador, era una señal del destino pensó, cuando llegase su marido le mataría con el cuchillo o quizás con el martillo de la carne. Y así Julia esperó en la puerta de su hogar hasta que el manojo de llaves sonase.
Cuando la puerta chirriante sonó, se lanzó sobre su marido con un grito propia de guerrera amazona, pero su marido agarró su mano la cual sujetaba el cuchillo, golpeó su cabeza con su puño hasta cinco ocasiones haciendo que cayese de rodillas al suelo y soltase el arma.Dos patadas en el vientre le siguieron, haciendo que su barbilla besase el suelo, vinieron otras patadas más en las costillas y en el bazo. Esto ya no era un sueño, era la realidad, Julia sentía cada golpe en su cuerpo, quería cerrar sus ojos verdes pero no podía, aún le dolían. Más golpes sobre su cabeza y sobre su pecho, hasta que finalmente por gracia o tristeza de Julia, un ultimo golpe en la sien hizo que aquella mujer de ojos verdes, jamás volviese a abrirlos.
Ahora mismo se encontraba en otra especie de sueño. Un sueño que vino después de una pesadilla.


Carlos S.












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